Reseñas

 

RESEÑA FUNDACION SIGLO FUTURO GUADALAJARA.

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El grupo de teatro, ALKALA NAHAR, reanuda su actividad con la obra “El Vaivén de la Enseñanza” obra inédita, original del director del grupo, Saturnino Niño Gutiérrez.

La comedia, que se termina de escribir el verano pasado, presenta de forma exagerada, lo que puede ser una jornada laboral en un centro de enseñanza y trata de buscar el humor con situaciones grotescas y ficticias a la que se enfrenta un atolondrado director.

Sin embargo el verdadero trasfondo del Vaivén de la Enseñanza es el despropósito al que el profesorado se ve sometido por causa de la excesiva burocracia y por la utilización de nuevas terminologías en cuanto a programación y evaluación se refiere.

En un momento de inestabilidad, en el cual las leyes se suceden y los decretos cambian cada año e incluso durante el propio curso escolar, se quiere hacer una llamada de atención para buscar una estabilidad, que nunca llega,  y para que se reconsideren los valores y principios educativos.

EL VAIVÉN DE LA ENSEÑANZA

En una tarde primaveral del día 14 de Abril de 2018, el grupo de teatro Alkal´a Nahar volvió a rozar el lleno, una vez más, en el incomparable auditorio Paco de Lucía de Alcalá de Henares. El día 21 de Abril en el teatro “Margarita Xirgú”, el lleno fue “a reventar”.

A las siete de la tarde dio comienzo el estreno de la obra de teatro “El vaivén de la enseñanza” producida y dirigida por Saturnino Niño Gutiérrez.

El entrenador colocó bajo los palos a Anastasio, el actor que encarna al director de un pueblo o una ciudad cualquiera. Desarrolla su personaje un poco crecido por las circunstancias que se van a ir desgranando a lo largo de la obra. Despistado sin límite, sin embargo, controlador e inteligente, es muy astuto cuando de faldas se trata: “Qué mal se explica, pero en cuestión de faldas, qué bien se aplica”. Cada uno de sus gestos es un poema que encandila al público. Unas veces su candidez y otras su desatino provocan una sonrisa constante en el público.

Este actor cómico siempre está respaldado por su jefa de Estudios, Pilar. Pilar actúa como defensa central, a modo de muro protector; impecable en su actuación y sin ninguna fisura, es el valladar que no permite que nadie se acerque al cancerbero por mucho que muchas, sobre todo ellas y con intenciones aviesas, lo intenten.

Desde la primera escena se observa el “buen rollo” que hay entre ambos y se dejan adivinar los muchos favores que se hacen fuera de escena y que no pasan desapercibidos para el atento espectador. El director tiene a su jefa de estudios siempre muy cerca por los peligros que le acechan y para evitar que otras lagartas, más lagartas incluso que ella misma, lo acechen y apresen.

En la banda derecha sitúa el entrenador a Ramón, el elegante profesor de plástica que es capaz de trazar unas paralelas y unas diagonales que causan la admiración del equipo y del público asistente. Muy cuidadoso en el vestir es un profesor exigente que suspende a los alumnos por la falta de trabajo. Un cerebrito argentino cuyo acento resuena en el auditorio, y que, además de jugar muy bien con el equipo, pinta que es un primor y toca la flauta. Simplemente la toca.

En el lateral izquierdo el entrenador coloca al profesor de Religión, Luis, que cuenta anécdotas pasadas tan reales como graciosas. Despiertan la curiosidad del público y se muestran expectantes ante su intervención.

En la delantera, de extremo derecha se sitúa Pedro, el profesor de Educación Física. Es una bala cuando está en el campo y cumple dos misiones: servir balones al delantero centro para que marque goles y obedecer a su novia sin contradecirla, porque de lo contrario ella le muestra sin ningún reparo todo su desagrado. Saca músculo cuando la ocasión lo precisa. Pedro, obediente, es feliz.

La novia del extremo es la orientadora del colegio, Elvira. Actúa en su sitio natural, el centro del campo. Le gusta ser apoyo para las zonas más debilitadas. Sin embargo, le gusta intervenir en todas las estrategias que se urden en el colegio, que no son pocas. Unas veces para poner en entredicho a algún profesor y en otras para ser cómplice de alguna compañera en busca de intereses oscuros y subterráneos.

Lidia, la profesora de Inglés, juega en el centro del campo, porque quiere ser el centro del partido. Mujer imponente que busca la mirada del espectador y la encuentra, ¡vaya que si la encuentra! No puede pasar desapercibida y hace lo imposible para ello, aunque tampoco tiene que esforzarse mucho. Por un lado, quiere seducir al director, que en su papel de guardameta está dispuesto a pararlo todo: acepta los galanteos de Lidia y no hace ascos a sus zalamerías. Pero tiene un obstáculo: la jefa de estudios,

que busca la misma presa y por eso se interpone desde su posición de defensa cerrojo de su jefe superior. Lidia tendrá que saltar por encima de ella para terminar cazando al osito deseado.

Pero a la vez Lidia, a la que se le acumula el trabajo, contribuye con mucho gusto y poco esfuerzo a seducir al profesor Ricardo. Gran profesor que por su buen hacer no es del agrado de “algunas”. Lidia le tiende la trampa, pero Ricardo no entra al trapo.

Julia es una profesora dulce que se dedica a trabajar con sus alumnos y a observar los vaivenes amorosos y tramposos de sus compañeras. A Julia lo que más le gusta es ofrecer balones y dar asistencias al delantero centro, y por eso se sitúa muy cerca de él, y a su derecha.

El delantero centro es Ricardo. Su misión es meter goles y el público lo agradece. Mucho feeling con la jugadora más cercana: Julia, que juega de interior derecha y ella va “derecha” a por Ricardo. A lo largo de la obra nos cuentan sus historias amorosas con distintos y malogrados finales: indicios suficientes para el espectador, que ve de antemano el feliz final al que ambos van a llegar.

Ricardo, al que solo le mueven sus alumnos, mantiene su línea coherente de actuación, pero se muestra reacio a dejar por escrito lo que hace en el día a día. Es rebelde con las innovaciones barrocas y pedagógicas y como consecuencia está mal visto por algunos compañeros, que buscan su descrédito y su ruina. No pierde la compostura, y con la fuerza de Kempes, el pundonor de Santillana y la elegancia y prestancia de Johan Cruyff, se gana al público, saca el partido adelante y consigue anular el expediente que durante toda la obra ronda sobre su cabeza.

Para ello llega la inspectora. La inspectora es como la maradona del equipo. Juega de interior izquierda y lleva el número diez a la espalda. Su anunciada entrada en el escenario es sorprendente porque se encuentra con el director y en un momento de flaqueza humana está dispuesta a formar

parte de su clan de seducidas rindiéndose a unos encantos que ella misma pone en duda. Pasado el primer momento, adquiere el papel de inspectora y se dispone a resolver el conflicto de forma contundente. Por donde ella pisa, nadie se atreve a dar su opinión salvo el maestro Ricardo, que se enfrenta verbalmente a ella y consigue el aplauso espontáneo del público en repetidas ocasiones. Es mujer de mucho empaque y con su sola presencia llena el escenario y muestra su autoridad. Cuando habla, solo se escucha el silencio entre profesores y espectadores. Espléndido y muy brillante su parlamento con Ricardo al que quiere expedientar, hasta que llega el inspector jefe.

El inspector jefe, situado de extremo izquierdo en la escena para tener una amplia visión de lo sucedido, es la máxima autoridad, la figura relevante encargada de poner orden en el conflicto surgido con el profesor Ricardo, al que atacan por su buen y recíproco trato con sus alumnos, por defender a un alumno que otros quieren sancionar y por acusarle la profesora de inglés de acoso prolongado. El inspector jefe, con su talante amable, trata de escuchar a todos y buscar una solución sin demasiadas estridencias. Pero el descarado acoso sexual de Ricardo sobre la imponente profesora de inglés le trae de cabeza. Al final, fruto de su cordura y buen hacer, descubrirá las raíces del conflicto y ofrecerá la solución más adecuada.

El último fichaje-exprés llevado a cabo por el entrenador es el de la madre de una alumna. Coloca al director del colegio en su sitio con una gracia, soltura y desparpajo que raya en la indecencia. Le llama “pollo” al director entre otras lindezas y, sin ninguna falta de respeto, le trata de tú. Incluso le amenaza con organizar ella misma el colegio. Menos mal que su brillante e incisiva actuación sólo dura un asalto, de lo contrario el director perdería por K.O.

Pero el equipo ya definido contó con la colaboración especial de Justo, el padre del alumno objeto de cuya sanción se ha producido el debate. La entrada en escena de Justo revoluciona el partido y da otro aire a la obra. Justo, hombre sin estudios, se defiende con naturalidad ante gente tan ilustrada; se encuentra un poco desubicado al principio, pero pronto dará muestras de sus habilidades metiéndose al público en el bolsillo y ridiculizando al director. Cada aparición en escena es celebrada con sonrisas y carcajadas por la concurrencia. Le gusta mucho jugar con los huevos, lingüísticamente hablando, y en determinada ocasión para certificar con gestos sus expresiones, echa mano a la entrepierna, allá por donde se cargan los pecados. Afloran sin cesar los aplausos. Se mete en el papel desde el primer minuto y estimula al grupo para que el equipo gane el partido. La inercia de su buen hacer, desde el minuto uno, contagia al resto de actores y el fruto es el éxito de la representación.

Al final de la obra es requerida la presencia del conserje. Tiene dificultades al andar y la expresión es lenta y con pausas. Pero todo el mundo le entiende y a todos hace reír.

Una breve reseña a María, la técnico de sonido que maneja con disciplina los hilos musicales, que siempre está cerca del grupo y aporta con su actuación un brillo y un color especial a la representación de la obra.

Y Diego, el eterno e incombustible encargado de las grabaciones “partido a partido”, para que el entrenador y el equipo puedan visionar la actuación cuantas veces deseen y mejorar en sucesivas representaciones. El grupo le agradece su silencioso trabajo gracias al cual el recuerdo de lo vivido por cada uno de los actores está asegurado para siempre. Gracias, Diego.

En esta ocasión pudo contar con el equipo de gala a excepción de su máxima figura cómica, cuya presencia en el patio de butacas justificó su ausencia.

***

En resumen una gran actuación de este grupo de teatro, en la que el espectador disfruta y se ríe en todas las escenas incluso en las que se endulzan con el lirismo de los momentos más románticos. El aplauso final con todos los espectadores en pie en ambas representaciones, que muestran el agradecimiento con la sonrisa de sus caras, ese momento los actores y el director lo guardarán para siempre en su retina. Objetivo conseguido.

Desde aquí, mi felicitación a todos los actores y, en especial, al director, que además de actor y lanza del equipo, por algo lleva el número nueve a la espalda, es el creador de “El vaivén de la enseñanza”. “Obra muy bien escrita y muy bien interpretada” -decían algunos espectadores.

Este magnífico grupo de actores proporciona dos horas de risa a cientos de personas, aporta beneficios económicos, en esta ocasión, a Manos Unidas y Casa de Acogida, forman un grupo cohesionado que disfruta cuando ve que otras personas son felices, todos se esfuerzan por un mismo objetivo y desarrollan un deseo común que llevan impreso en sus genes: actuar en un escenario.

Tiene mucho mérito escribir una obra de teatro, verla representada por un excelente grupo de actores y conseguir un éxito tan arrollador. Es la mayor dosis de lujuria que una persona que vive el arte puede desear.

“Me diluyo en gratitudes”. Felicidades, director.

JOSÉ MARQUINA SANZ


El vaivén de la enseñanza. Comentarios

Acabamos de ver esta obra de teatro, de Saturnino Niño Gutiérrez, profesor jubilado del Instituto ALKALA NAHAR, y representada por el grupo de teatro que lleva el mismo nombre y que realiza sus ensayos en este centro de enseñanza. En esta ocasión se ha representado en el Auditorio Paco de Lucía, y la recaudación ha ido destinada a la ONG “Manos Unidas”.

La verdad es que ha sido una gran tarde de teatro, pues la obra tiene todos los ingredientes como para que el público lo pasáramos bien. Tiene en su recorrido: crítica, humor y amor. Crítica porque deja al descubierto toda la manipulación política y humana que hay en la enseñanza donde en cada Ley puesta en marcha por los políticos, se hace anunciando que es para corregir errores del pasado y mejorar los resultados, y ocurre que lo que lleva consigo es una burocracia y una cantidad de papeleos, que más que mejorarla, la empeoran. En la mayoría de los casos esas normas provienen del espectro político sin intervenir en ello el profesorado, que es quien conoce bien el problema y debería encontrar la forma de solucionarlo.

En cuanto a la manipulación humana existente en el personal de cada Centro, es un hecho casi inevitable que haya conductas de todo tipo, de los que ejercen la enseñanza con verdadera vocación y los que acuden a ella sin otro fin que el de asegurar su subsistencia e incluso aprovechándose de ella para medrar y conseguir beneficios económicos olvidándose del fin principal que es el de enseñar.

Todo esto se denuncia en la trama plasmando bien claro, por una parte, lo infructuoso de las leyes (siete promulgadas desde 1970) que solo desorientan al profesorado implicándolo en emplear tiempo en burocracia y papeleos y restándoselo de su dedicación a las clases, y por otra, las dificultades internas en cada Centro por la idiosincrasia de su personal, que también dificulta su eficacia con los alumnos. Aquí vemos reflejadas esas dos tendencias, la del Director, un arribista soltero que no tiene ni idea de cómo ejercer su cometido y que sólo piensa en ligar con las profesoras más vistosas,

y el Tutor, una persona con vocación de enseñar y que se rebela contra esa burocracia impuesta. Si a ello añadimos los enfrentamientos de algunos padres con el Director con exigencias poco éticas y muy faltas de respeto, se está haciendo un flaco favor a la enseñanza.

Pues bien, todo ello se desarrolla en clave de humor, de manera que, a pesar de la gravedad del problema, se plantean situaciones tan grotescas que casi todo el espectáculo es una carcajada constante, sobre todo con la participación del padre de un alumno, que involucra al Director con las artimañas más absurdas para que no castiguen a su hijo.

Por último, la cordura y el amor hacen acto de presencia y terminan con la advertencia del Inspector Jefe abriendo expediente a los falsos denunciantes y llamando la atención a una colega (la Inspectora) que más que ayudar orientando lo que busca es enfrentamiento. Y finaliza con el verdadero amor surgido entre el Tutor y una maestra compañera, que son personas coherentes y, que en su madurez, acaban enamorándose.

Nuestras felicidades al grupo y, muy especialmente, al autor.

E. Corrochano 15-4-18


ARTÍCULOS DE PRENSA

Artículo de opinión, que se publicó en el semanal Puerta de Madrid, referido a la obra Una mujer para mi hijo de Saturnino Niño Gutiérrez.

EL GRUPO DE TEATRO ALKAL’A NAHAR REPRESENTÓ “ UNA MUJER PARA MI HIJO”

SE TRATA DE UNA OBRA DEL DIRECTOR DEL GRUPO , SATURNINO NIÑO GUTIÉRREZ

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              Los días 7 y 8 de este mes de noviembre han tenido lugar las representaciones de la obra de teatro “Una mujer para mi hijo”, de Saturnino Niño Gutiérrez, en el salón de actos de este Instituto.

Actividades de este tipo se llevan a cabo con relativa frecuencia en otros institutos, colegios, asociaciones, centros de mayores, casas regionales…, pues es una práctica ésta que tiene mucho de aprendizaje, de distracción, de pasarlo bien y la gente acude a ella con buena disposición de ánimo. Esto da lugar a un amplio y variado abanico de representaciones en Alcalá, que para sí la quisieran en otras ciudades. La pena es que, en esta constante de recortes que estamos sufriendo por la Administración, estas actividades ven muy mermadas sus ayudas y eso repercute, a veces, en la calidad de la puesta en escena.

Sin embargo, a este grupo no parece que esa merma le afecte, pues son de tal calidad sus representaciones que, yo las veces que he ido a verlos, siempre ha estado lleno. Y se lo han ganado a pulso, pues desde junio de 2012 en que empezaron, han llevado ya al escenario obras como “Los caciques”, de Carlos Arniches, “El cadáver del Sr. García” de Enrique Jardiel Poncela, “La Muralla” de Joaquín Calvo Sotelo y esta que nos acaban de presentar “Una mujer para mi hijo”.

Las tres primeras son de autores de reconocido prestigio y es evidente que ello obligaba al máximo esfuerzo para su puesta en escena, al menos para estar a la altura de las exigencias del autor. Esta última, cuyo autor es el Director del Grupo, no venía precedida por prestigio alguno, era de estreno, y resulta que ha dejado tal regustillo,  que nos ha venido a recordar aquella etapa gloriosa que retrató la evasión del campo a la ciudad, tan maravillosamente representada por Paco Martínez Soria.

En “Una mujer para mi hijo” se dan situaciones grotescas, casi esperpénticas en algunos casos y hay diálogos, como en el caso del aguacil con el Sr. Robustiano,  donde en el trasfondo se está haciendo una crítica de la situación actual, si bien es cierto que en el caso de la política esta situación es permanente. De cualquier manera, la interpretación, tratándose de que no son actores profesionales, merece un 10. ¡Qué bien lo han hecho! Solo hubo algún momento en que se nos escapó algo del texto pero era porque la continuidad de la risa de los espectadores lo impedía.

Pues bien, este grupo tiene por norma que las primeras representaciones cuando estrenan una obra las hacen en el propio instituto y después se brindan a llevarlas a otros lugares en favor de organizaciones benéficas, como ya ha ocurrido con todas la anteriores que se han realizado en Alcalá e incluso en ciudades como Ávila.

Aprovecho estas líneas para felicitar a todas las personas que dentro del Instituto ALKAL’A NAHAR promueven esta actividad, porque sin duda, además de la satisfacción que a ellos les debe producir, tiene una gran repercusión cultural y humanitaria. ¡FELICIDADES!

 Eladio Corrochano 10-11-2014